15/04/12

A inteligencia heredase



A inteligencia heredase

Para no pocos especialistas, heredar la inteligencia de los progenitores es lo más normal del mundo. Y lo avalan con no pocos argumentos basados en el estudio de gemelos idénticos que llevan vidas separadas incluso en origen, o por estudios de sagas familiares(RAZAS) en las que se mantienen características similares para este atributo, o con hijos adoptivos para los que se ha llegado a establecer una correlación con la inteligencia de los padres biológicos.


Un segundo gran grupo de expertos rechaza que sea la genética la que condicione la heredabilidad de la inteligencia. De acuerdo con esta escuela, son los factores ambientales, sociales, económicos y culturales entre ellos, los que favorecen que exista una transmisión de la inteligencia de padres a hijos. Estudios basados igualmente en cohortes familiares otorgan peso a esta tesis.
¿Cuál de las dos escuelas acierta? Basándonos en la literatura científica, ambas están más que cargadas de razones. Por el mismo motivo, una es excluyente de la otra cuando no complementaria. Es decir, que a falta de mayores evidencias que apoyen una u otra línea, es prácticamente posible dar la razón a cualquiera de las dos tendencias.
El hallazgo de rasgos genéticos resuelve la heredbilidad de la inteligenciaUn estudio publicado este pasado mes de agosto en Molecular Psychiatry, publicación de referencia sobre las bases moleculares de los desórdenes mentales, aporta luz al debate, aunque muchos piensan que sus resultados no añaden más que ruido. De acuerdo con el trabajo publicado, al menos el 50% de las diferencias con respecto al grado de inteligencia entre un individuo y otro “son atribuibles a la genética”. En particular, reza el artículo, a “a la suma de muy pequeños efectos producidos por cientos o incluso miles de genes”.
El fin de un debate
Si los datos aportados por el estudio publicado en Molecular Psychiatry son correctos y responden a la realidad, el ya viejo debate entre “ambientalistas” y “genetistas” dejaría de tener sentido, puesto que por fin se habría probado el vínculo genético. Un vínculo, por otra parte, que se refiere más a “la heredabilidad” y a la poligenia de un atributo que refiere siempre a las definiciones estándar de inteligencia. Esto es, “la capacidad de adquirir y aplicar conocimiento”.
“La inteligencia incluye la habilidad de sacar provecho de la experiencia, actuar con un propósito, resolver problemas y adaptarse a nuevas situaciones”, se describe en infinidad de manuales. Las clasificaciones que suelen hacerse son múltiples. Muchas de ellas incorporan aspectos como el cerebro racional o el cerebro emocional, al que no pocos autores citan como características de la personalidad.
Tanta diversidad entraña dificultades para dar con una definición objetiva, única y sobre todo medible numéricamente. Lo más parecido, coinciden diversos autores, serían las medidas de coeficiente intelectual (IQ), aunque incluso en este caso hay discrepancias.
El equipo multidisciplinar en el que han participado genetistas y psiquiatras, entre otros, bajo la coordinación de Peter Vischer del Instituto de Investigación Médica de Quensland, en Australia, tomaron uno de los test estándar para IQ y cruzaron la información con la obtenida del análisis de 549.692 SNPs (de single nucleotide polymorphism) de 3.511 individuos no emparentados de Noruega y Reino Unido. A ellos añadieron un paquete de características cognitivas de carácter fenotípico. Entre otras, asociadas al vocabulario, velocidad de procesamiento y test de razonamiento diseñados para medir la inteligencia. El uso de técnicas estadísticas produjo un interesante goteo de información.
Los datos
El objetivo utópico que rastreaba el equipo de investigadores no era otro que el de identificar claramente el gen o la familia de genes de la inteligencia, algo que claramente no ocurrió. Ni el de la inteligencia ni el de cualquiera de las capacidades cognitivas superiores, demasiado complejas, probablemente, para estar asociadas a un único gen o a una cadena concreta. Pero gracias al análisis estadístico de SNPs, sí encontraron “indicios de proximidad” numérica entre diferentes subgrupos del estudio.
Por ejemplo, mayor proximidad genética de los individuos que acreditaban mejores resultados en los tests de inteligencia y que casi la mitad de las variaciones entre los niveles de inteligencia entre individuos podían ser atribuidas a genes subyacentes, de lo cual los investigadores infieren que podría haber cientos o “incluso miles” de genes que contribuyen de algún modo a hacer patente la inteligencia. Cuáles son esos genes o su valor relativo forma parte, dicen los autores, de posteriores estudios.


Ambientalistas contra genetistas
Según consta en la literatura, si en una familia se ha cultivado la inteligencia las probabilidades de que se transmita a los hijos son especialmente altas, de modo que existen “estirpes inteligentes”(RAZAS). El acceso a la cultura, la disponibilidad de recursos económicos y una vida saludable salpicada de estímulos, son factores que influyen en esa transmisión. ¿Existe sin embargo una base genética que lo favorezca?
Una proporción en absoluto desdeñable de investigadores siempre han creído que sí. Y lo apoyan en estudios como los que vinculan el grado de inteligencia de hijos adoptivos con sus padres biológicos, de gemelos idénticos o de sagas familiares. El problema es que el gen o genes de la inteligencia no aparecen ni seguramente lo van a hacer con la tecnología actual. Las nuevas pruebas dan pábulo a la creencia de que los factores genéticos, “heredables en más del 60%”, se conjugan con los ambientales para favorecer su transmisión en forma de herencia.

E SOCIALISMO



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