29/03/09
A vida dun camarada
Juan se consideraba un militante NS de primera clase. Desde su más temprana juventud se jugaba el cuello en manifestaciónes y conferencias públicas en zonas de lo más hostiles, habiendo sido censurado y encerrado no pocas veces por difundir sus ideas.
A los 23 años comenzó a darse cuenta de que todo estaba perdido, de que todo quería perderse y además lo merecía. Encaminó sus esfuerzos a conservar el testigo para generaciones venideras con la fe en que ellas tuviesen algún día el momento propicio para manifestarse. Su actividad se limitó a leer, teorizar y comunicar su conocimiento.
Pasaba el tiempo y Juan comenzaba a cansarse de ser siempre correcto por donde quiera que fuese. Le era bastante incómodo y sólo podía causarle problemas, puesto que daba por hecho que no obtendría ninguna victoria en tiempos tan oscuros. Despreciaba a la plebe, pero a su vez le tentaba el hecho de confundirse entre ella para obtener lucro y placer. Los chicos del sistema que él conocía se embriagaban, tenían relaciones frecuentes con distintas chicas, podían ir a muchísimos sitios ‘’de fiesta’’, comer todo lo que les apeteciese, beber más de lo mismo… Él era vegetariano porque le asqueaba el negocio alimenticio carnívoro, no bebía porque le parecía inmoral el descontrol, no tenía relaciones con chicas porque por su condición de NS correcto las posibilidades de encontrar una mujer de su talla se le reducían considerablemente y se negaba a las relaciones únicamente por sexo ya que eran puro vicio, no asistía ni a discotecas ni a lugares semejantes porque eran los mayores focos degenerativos de la juventud, y en fín, ya que ese mundo estaba diseñado para la plebe, él no tenía contácto con este.
Estos hechos comenzaban a amargarle a pesar de su repulsión hacia el mundo moderno. Un pensamiento nuevo comenzó a susurrarle:
‘’¿Es que vas a pasarte toda la vida así?, ¿Te das cuenta de todo lo que te estás perdiendo? ¡Ni siquiera tienes amigos!, ¿Es que acaso cambiará algo lo que tú hagas o dejes de hacer?, ¡Estúpido!. Guárdate la correción para con tus camaradas y los momentos decisivos y significantes. Vístete entonces de esvástica. Pero mientras deja de martirizarte a ti mismo y ¡Para nada! porque sabes que todo está perdido y además nadie te tendrá en cuenta. La mayoría, incluídos tus camaradas, ni siquiera se percatarán de tu dolor y abnegación. Si sabes que no obtendrás resultados beneficiosos al menos se feliz y aprovecha lo que se te ofrece. No va a perjudicar a nadie y será todo al margen de tu lucha, que es lo único significativo; el resto da igual.’’
Juan acabó cediendo ante la voz y a partir de ese momento dejó de rechazar todos los placeres que tenía al alcance de la mano. Se emborrachaba, cortejaba a numerosas chicas, podía beber cocacola y hasta ir al McDonald, asistía a discotecas que ponían una ‘’música’’ odiosa y bueno, a pesar de despreciar a quienes le rodeaban por no poseer nada superior a eso que hacían, se lucraba entre ellos, con ellos, y con lo mismo que ellos.
Su actividad en cuanto a lo que hacía por el NS no había empeorado, es más, hasta había mejorado por su mejor disposición al haber saciado sus vicios.
Un día, entre sus nuevos amigos modernos, las cosas se pusieron feas. El sistema rozaba el absurdo, los problemas económicos les habían tocado el estómago, el dolor de estómago se había propagado a la cabeza, y de ese dolor se despertó el pensamiento. Juan no se lo podía creer… ¡Los modernos estaban inconformes y pedían cambios, soluciones, una revolución! Se gestaba la ocasión que nunca creyó poder ver.
Sus amigos se habían reunido con otros conocidos y entre todos discutían que era lo que fallaba, porqué había surgido el desastre. Como es obvio por su mediocre condición no lograban acordar nada y cada vez se enroyaban más en un bucle rebosante de sandeces. Necesitaban un hombre de verdad y Juan vociferó en pro del Orden, se levantó y desarrolló la solución, que pasaba por la supresión de la esclavitud con respecto al dinero, un renacimiento moral y el establecimiento de una jerarquía natural que defendiese a su vez la desigualdad entre razas y personas.
El público quedó alucinando e incluso comenzaron grandes carcajadas entre la mayoría. Uno de entre ellos le contestó entre risotadas: ‘’¿Rechazar nuestra moral?, ¿Desigualdad? Juan, yo no veo otra moral, ¡Veo igualdad!.’’
En ese momento Juan se preparaba para contraatacarle dialécticamente cuando de repente se quedó pálido. Volvió a escuchar la voz que le aconsejaba tiempo atrás y ésta también se reía. Le habló:
‘’Estúpido y más que estúpido. Llevas todo este tiempo dándole vida al sistema, al mundo que dices combatir, sólo para obtener tu insignificante felicidad. Creías que no significaba nada, tú que por la debilidad de tu sangre tienes que racionalizarlo todo, pues como puedes observar… ¡Ha significado la victoria del vicio sobre el NS!. Tú, iluso, ¿Cómo piensas que podréis recrear el mundo si ni siquiera sois capaces de recrearos a vosotros mismos?. Tu supuesta idea sólo se encuentra en tu cabeza, no existe, tu has hecho que cesara de existir al venderte por unas copas y unas tetas. En su lugar has hecho de la igualdad algo existente. ¡Con tu nuevo rostro ni siquiera el más moderno notaría una pizca de disidencia en tu persona!.’’
Juan cayó desplomado, había traicionado a su Raza, a su legado, a todo cuanto de noble hay en el mundo. Perdío el tiempo escribiendo palabras vacías, pensando que era lo más importante. Era un charlatán, una máscara. Un perdedor que sólo existía en palabras.
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